Cada 20 de marzo ASSITEJ celebra al teatro para niños y jóvenes a través de la Campaña “Lleva a un niño al teatro hoy” y de la difusión de dos mensajes que se enfocan en el derecho de los niños a tener acceso a la cultura.

Francisco Hinojosa

(Ciudad de México, 1954) es uno de los principales autores mexicanos de literatura infantil. Poco después de completar sus estudios de literatura comenzó a escribir poesía, antes de entregarse a los cuentos y novelas para niños. En 1984 ganó el Premio IBBY por su libro La vieja que comía gente, y ha publicado diez libros más con FCE. Este año fue seleccionado por Conaculta como embajador para representar y promover la literatura para niños y jóvenes en México.

MENSAJE DÍA MUNDIAL DEL TEATRO PARA LA INFANCIA Y LA JUVENTUD 2017

 

Sin ninguna experiencia previa, salvo la de haber asistido de niño al teatro, a los diecisiete años dirigí una obra actuada por amigos y compañeros de la preparatoria. Se presentó de manera informal en la escuela y también en una sala más adecuada y abierta al público. La obra se llamaba Ensayo general: tocaba el tema de las drogas y sobre todo, como su título lo sugiere, el del teatro dentro del teatro. Su autor fue mi padre, cuya vocación innata como actor sólo cultivó de joven en algunas funciones de beneficencia. Tampoco continué yo por ese rumbo, aunque seguí siendo lector y espectador. Sin embargo, me reencontraría más tarde con el teatro de otra manera: algunos de los cuentos que he escrito para niños han sido adaptados para llevarse a escena desde hace más de veinte años. Al principio, cuando se trataba de grupos establecidos, pedía que me enviaran una copia de la adaptación para darle el visto bueno. Luego preferí no hacerlo y dar plena libertad a quienes hacen ese trabajo, a sabiendas de que al pasar de un lenguaje narrativo a uno dramático algo tiene que cambiar. Algunas veces he asistido a las funciones. De otras sólo me he enterado por la prensa o por alguna página de internet. A veces se respeta literalmente el texto y a veces sirve como fuente de inspiración para crear una obra basada en él. El cuento que más veces se ha representado se llama La peor señora del mundo, ya sea como espectáculo unipersonal, con títeres o sombras, como lectura dramatizada o bien montado como teatro escolar o profesional. Me ha tocado ver que algunas maestras y maestros se disfrazan del personaje principal para leerlo en el aula: una pequeña dosis de actuación contribuye a acercar el relato a los escuchas. El director de una compañía teatral me contó que alguna vez tuvieron que rescatar a la actriz que representaba el papel protagónico de la furia de los pequeños espectadores que veían en ella la verdadera reencarnación del mal: realidad y ficción se integran en el imaginario colectivo. También he sido testigo del reclamo, en plena función, que hacen algunos niños que conocen el libro cuando los actores siguen un libreto que no se apegan a la historia original.

Un cuento bien contado en el escenario cautiva sin duda al público infantil y de alguna manera lo transforma. Al salir de la sala en la que fue puesto en escena, el mundo parece distinto: ha sido tocado por la representación, que nos permite ver más allá de lo aparente. Y con frecuencia una reacción catártica opera en el espectador al verse proyectado en algunos de los personajes o situaciones. A diferencia de la lectura en soledad de una historia, cuando ésta salta a las tablas la experiencia cambia: ahora se trata de algo que está sucediendo frente a nuestros ojos y que lo podemos compartir con otros: ya no somos los únicos testigos. El relato cobra vida más allá de nuestra imaginación y de cierta manera nos convierte en sus protagonistas porque depositamos en los personajes nuestras emociones y nuestros miedos, nuestros anhelos y nuestras frustraciones. Ahí pueden reunirse armónicamente la ficción, la música, la danza, el canto, la poesía, el juego, la magia, los malabares y todos los recursos propios del arte teatral: vestuario, iluminación, escenografía, maquillaje, objetos de utilería. La aportación que hace la herencia cultural –con énfasis en la literatura y el teatro– contribuirá a que el niño ejercite su imaginación y encuentre un sentido a la vida.

 

Yvette hardie

Presidenta de ASSITEJ

 

MENSAJE DÍA MUNDIAL DEL TEATRO PARA LA INFANCIA Y LA JUVENTUD 2017

 

Los niños no pueden ir solos al teatro. El Día Mundial del Teatro para Niños y Jóvenes, que se celebra cada 20 de marzo, es un llamado a reconocer la dependencia que tienen los niños de los adultos que los rodean para  participar de las artes en general y del  teatro en particular.

Por esta razón decimos “Lleva un niño al teatro hoy”.

El teatro es por naturaleza efímero, sucede en un tiempo y un espacio determinados,  en ese momento particular se crean relaciones invisibles que desbloquean el corazón humano, siembran la semilla de la    empatía y hacen crecer la enredadera de las interrogantes y la curiosidad y esto tiene un impacto en el desarrollo de todo ser humano y de su futuro curso en la vida.

Conectar con el teatro,  apreciar el teatro,  puede exigir del esfuerzo de la audiencia. La función del espectador no es una función pasiva, receptiva. El teatro es una actividad que exige atención, compromiso, apertura, curiosidad y pensamiento crítico. Compromiso total, no sólo  intelectual, sino también físico, emocional y algunos dirían, espiritual. Cuando se produce este compromiso total, se están estimulando simultáneamente múltiples sentidos y la experiencia es más rica, poderosa y transformadora.

Muchos padres entienden el valor de la lectura. Sean o no lectores ellos mismos, comprenden su eficacia y reconocen su cualidad de pasaporte para trasladarse del mundo real a nuevos mundos. Aunque las etapas iniciales de la lectura pueden ser exigentes y frustrantes, la lectura no es algo a lo que se deba renunciar. Los padres entienden que los niños no puedan disfrutar todo lo que leen  y que la lectura ofrece una diversidad de contenidos, que no están para ser restringidos en temas o formas.  Ellos entienden que la lectura para los jóvenes es una clave que puede desbloquear mundos enteros, que un pensamiento experimentado en un libro puede traducirse en una dirección para la vida.  Ellos están dispuestos a buscar el libro que captará suficientemente la imaginación del niño para sortear el obstáculo de aprender a leer ¿Por qué no se da ese mismo reconocimiento a la experiencia de “leer” el teatro?

El teatro no se puede encasillar en un tema particular ni puede hacérsele encajar en un mismo molde siempre. Al teatro no se renuncia después de una mala experiencia. Puede ser trabajo duro y frustrante, así como agradable y atractivo. Apreciar plenamente los múltiples niveles de signos, significados y sentimientos que se presentan al “lector” de teatro, puede tomar tiempo.

Destilar la experiencia para sí mismo permite al público “ver” de una nueva forma y con ojos frescos lo que verdaderamente hay, ver el objeto, la persona, la relación, las asociaciones y los signos; descubrir e interpretar. La experiencia de creación de significado personal es única y requiere compromiso. La calidad de este compromiso mejorará con el tiempo a medida que los niños y los jóvenes se acostumbren a la experiencia de ver una obra de teatro.

La idea de la alfabetización teatral no es una ocurrencia que deba limitarse a los aficionados al teatro.

Es, más bien, una ventana importante y universal para la lectura del mundo. Y que necesarias y urgentes son estas habilidades en un mundo que parece cada vez más hostil a los niños, un mundo que les quita poder y los descuida como resultado de la pobreza, la guerra, el conflicto y el desplazamiento.

Estos niños deben convertirse en nuestra responsabilidad colectiva.

El reto para los artistas y para los activistas de las artes es asegurar que todos los adultos con el poder de capacitar para el teatro,  entiendan hoy su responsabilidad con los niños que nunca podrán encontrarse con el teatro sin su intervención.  Trabajar duro para que todos los niños sean alfabetizados teatralmente.